Hablando de la flora intestinal, es el conjunto de bacterias presentes en el intestino grueso cuya función es fermentar la papilla digestiva para poder producir sustancias interesantes a partir de restos de la digestión.La gran mayoría de estas bacterias no son dañinas para nosotros, y muchas son beneficiosas. Se calcula que tenemos en nuestro interior unas 2000 especies bacterianas diferentes, de las cuales 100 solamente pueden llegar a ser perjudiciales.[1] Muchas especies animales dependen muy estrechamente de su flora intestinal. Por ejemplo, sin ella, las vacas no serían capaces de digerir la celulosa, ni las termitas de alimentarse de madera, ya que no son ellas mismas, sino su flora intestinal, las que son capaces de procesar este tipo de alimentos. En el ser humano, la dependencia no es tan radical, pero sí es importante. Ayudan en ocasiones a la absorción de nutrientes y forman un ecosistema complejo que se autorregula y se mantiene en equilibrio. En otras ocasiones son imprescindibles para la síntesis de determinados compuestos, como la Vitamina K y algunas del complejo B. También tienen efectos colaterales, como la producción de gases, responsables del olor característico de las heces. Algunas de ellas pueden causar infecciones de cualquier gravedad.
En el intestino de los recién nacidos no hay microorganismos, durante las primeras etapas de la vida se va componiendo un tipo de flora inicial, primeramente a partir de la flora vaginal y gastrointestinal de la madre. Posteriormente, por efecto de la leche materna, se favorece un predominio de bífidobacterias en los lactantes alimentados así, y flora diversa en los que reciben otros alimentos. Y por último, tras el destete, se produce una flora de transición que cambia hasta la flora del adulto.
En el intestino de los recién nacidos no hay microorganismos, durante las primeras etapas de la vida se va componiendo un tipo de flora inicial, primeramente a partir de la flora vaginal y gastrointestinal de la madre. Posteriormente, por efecto de la leche materna, se favorece un predominio de bífidobacterias en los lactantes alimentados así, y flora diversa en los que reciben otros alimentos. Y por último, tras el destete, se produce una flora de transición que cambia hasta la flora del adulto.
La primera foto corresponde a una colonia de bifidobacterias y la foto siguiente corresponde a bacterias Escherichia coli, las más abundantes en el intestino.
Beneficios de la flora intestinal:
• absorbiendo el calcio de la leche,
• favoreciendo el metabolismo de la fibra,
• mejorando la digestibilidad mediante la producción de enzimas,
• evitando la perdida de secreciones intestinales,
• neutralizando sustancias potencialmente carcinogénicas como ciertas nitrosaminas,
· evitando que proliferen bacterias dañinas procedentes del exterior.
Los alimentos con bífidus tienen la función principal de crear un ambiente apropiado para que proliferen las bacterias buenas, echando del intestino a las malas. Que no os engañen... Por eso se recomiendan yogures (no sólo con bífidus) tras una infección intestinal.
Entre el 35 y el 50% del volumen del colón está conformado por la flora intestinal.Al estar compuesta de microorganismos es muy sensible a los antibióticos, y estos son los principales causantes de su destrucción, cuando ocurre.
Se regenera periódicamente, excretándose los microorganismos muertos a través de los desechos. Evita que se desarrollen enfermedades en el tubo digestivo.
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